JACINTO LARA








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Jacinto Lara nunca ha dejado de hacerlo, de reinventarse, de apostar por un camino libre de apegos y tendencias, modas y otras zarandajas.

Es sintomático que Jacinto se haya negado siempre a explicar su obra, por la sencilla razón de que las cuestiones que realmente importan se encuentran en ella, como ha declarado en muchas ocasiones: son lenguajes diferentes.

A Jacinto siempre le interesó el conocimiento de todos los lenguajes plásticos, experimentó con cada uno de ellos y desarrolló al tiempo un estilo particular[1]

Un estilo, cuyos rasgos precisamente derivan del juego de unos con los otros. La gráfica, el grabado, la escultura o el art-paper, se pusieron al servicio de la pintura, de un tratamiento gestual o pictórico, puesto que Jacinto Lara siempre se ha considerado pintor.

Su trayectoria pictórica devino en una suerte de abstracción que nunca olvidó los surcos figurativos y narrativos experimentados en sus inicios. La abstracción no abandonó el trazo, la línea o el gesto, si bien al contrario, la hizo suya hasta formar parte de su estructura compositiva.

Composiciones ordenadas y geométricas, sí; pero donde confluyen y ocurren otras cosas, que hacen tambalear tales planteamientos. Siempre hay algo que nos punza, que desgarra desde dentro el tejido narrativo y el discurso disfrazado de aparente estabilidad.

El artificio, la construcción simbólica, nos es mostrado desnudo y en diferentes niveles, ya sea mediante series de cuadros, o mediante capas, en el mismo seno del cuadro. 

Capas donde la mancha y el color se superpone y transforma, así como el trazo que lo dibuja, en aparente armonía y férrea arquitectura estructural. 

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[1] La obra de Jacinto Lara se ha caracterizado, en el transcurso de su concepción, desarrollo y madurez sobre todo, por no dejar de avanzar en lo que respecta a la experimentación de las más diversas técnicas y de soportes. Pintura, obra gráfica y escultura concebidas en su extensión más contemporánea, deudoras de la reivindicación más plástica y amanuense a un tiempo, y en consonancia con un discurso cada vez más desnudo y directo, sin ambages. 

Del texto “Lara’s Vs Lara’s” y “Anidarse en Sleepwatcher”.
























Si miramos con atención cualquiera de sus esculturas reconoceremos aquel discurso. Si nos detenemos en su forma advertiremos geometría y rigidez, si nos dejamos llevar por sus líneas, por las direcciones que nos sugieren, apreciaremos el movimiento contenido que revelara el enfrentamiento pictórico entre contrarios, figura y fondo, esta vez entre volumen y vacío.[2]

Los mecanismos de la Percepción, la gestalt y las leyes de la buena forma, así como los propios del Lenguaje, como generador de signos y de códigos, son transitados, entrelazados y sometidos a un enfrentamiento con la materia informe (con lo real, con lo que se resiste a conformarse y ser expresado), y más allá, con el vacío de lo que antaño estuvo cubierto, lleno o tapado.

Desde Occidente se revelará Oriente. La sombra no conseguirá ocultar el color. Todo nos es mostrado, nada nos resultará ajeno. Las alambradas de la razón serán explícitas, del mismo modo que la extrema emergencia de su objeto. La obra de Jacinto nos moverá en un viaje de ida y vuelta, del vacío a la nada y de la nada al vacío. Y será en las detenciones de ese camino donde comprendamos que a pesar de todo nunca seremos los mismos.

Sin embargo, llama la atención que Jacinto Lara siga sosteniendo sobre su pintura, sobre sí mismo: 

el discurso 

nunca ha cambiado, 

sigue siendo, 

es el mismo.

Al fin y al cabo, la obra se dirigirá hacia nosotros. Si nos dejamos seducir, siempre nos interrogará desde sí misma, puesto que lo demás son tan sólo palabras.

Javier Lara, 
20 de julio de 2015

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[2] “En cierto modo era previsible que esta fascinación por la línea y su interacción con el plano desembocara en la escultura. Una escultura esencial, esquemática, leve y a la vez rotunda, ya perceptible en su serie Fuentes. En el logro de esta desmaterialización y depuración de sus armas expresivas, no podemos dejar de remitirnos al haiku. La compresión de su verdad, como proyecto estético, referencia morfológica y la asimilación de su elocuencia y capacidad de transgresión, tanto en el discurso como en el silencio, han inspirado la andadura de quienes, como Jacinto Lara, a fuerza de transitar las fronteras de lo lleno, acaban adentrándose en los ámbitos de la nada, ese extremo donde se llega a tocar el límite del vacío.” 

“Al traspasar el hueco de las puertas entreabiertas apresa la atmósfera con prismas y otros artificios que ensambla en sus piezas para conducirnos al legado legendario de la escultura, a lejanas cosmogonías, al conocimiento del Tao o la fascinación por caracteres y tipografías.” 

“Esas referencias, antaño expresadas a través de la figura, ahora se han emancipado. El objeto ha suplantado al sujeto en su función simbólica y comunicativa. La obra como oposición de contrarios y como invitación al diálogo: comunicar y compartir experiencias, recuerdos, sonidos o sintonías.” 

Del texto “Jacinto Lara”, de Federico Castro Molares, en el catálogo de la Exposición Anotaciones al margen.